Regresas a mi mente, Gauguin, hache de pé,
Con todo tu
paquete de vivencias,
De cambios, de
heroísmos y temores,
Suicidios fracasados,
duda y fe.
Jugando con lo
efímero y lo eterno,
Los planes y el
vivir improvisado,
Lograste lo que
pocos han logrado:
Gozar cual
ciudadano del infierno.
No obstante el
cruel infierno de tu vida,
Viviste tu arte a
fondo y en plena libertad;
Esclavo voluntario
de tu firme vocación,
Igual que
redivivo Cicerón.
Como un lobo
salvaje sin collar
En este bosque,
en esta selva singular.
Seurat, Van Gogh,
Mallarme, Laval,
Bebieron a tu
mesa, frívola y frugal.
Tu amor por
Vaitúa, tu amor por Tahití,
Tu amor por la
vida, el amor y la bebida…
Ya sé, ya sé,
Gauguin: el dolor no se va;
Ya sé, ya sé,
Gauguin: sin sufrir no hay crear.
Uá maté, Gauguin,
Ua peté énata!
Uá maté, Gauguin,
Ua peté énata!
Uá maté, Gauguin,
Ua peté énata!
(Aún resuena
hueco, lúgubre y final,
Ese canto grave,
postrero y fatal,
Como un eco
triste de un pueblo olvidado
Que, una vez al menos, se ha sentido amado).
Publicado en ESCRITOS DE
FINIS TERRAE, 2011, Colección Patagonia Contemporánea, Editorial Jornada,
Chubut, Argentina.