I
Tuve en el
pasado, el mundo en mi palma;
un mundo que hoy,
ya no es más que una brasa
y las palmas
de mis manos, dos resecos papiros…
…sin mencionar
el alma,
que ha perdido
la fe, que ha perdido la calma.
La noche se hizo negra como boca de lobo;
la claridad del día lastima los ojos
para tornar al negro al siguiente día
y otra vez al fuego, el día después.
Las devastadas ciudades ya no tienen nombre,
ni siquiera son ciudades, en verdad;
bultos accidentales en un siniestro horizonte,
poblados por androides autómatas, deformes.
Homínidos monstruosos de incierta procedencia,
despersonalizados, idénticos, errantes,
vagan por las calles con la mirada hueca,
cual zombis hacia un punto que tienen adelante.
Ignoran sus nombres, con nadie conviven.
Los yermos, vacuos, vientres, alguna vez fecundos,
apenas sobreviven, inútiles y vanos.
Nadie sabe quién es, nadie sabe su origen,
nadie tiene familia,
ya nadie lee ni escribe,
nadie tiene patria, nadie tiene dios
ni sueños ni futuro ni ayer ni, menos, hoy.
Las bestias errantes deambulan babeando,
disputando el espacio a los otrora humanos.
Se comen mutuamente:
las bestias a los hombres,
los hombres a las bestias,
los hombres unos a otros,
las bestias entre sí.
No existe ya la ley, no hay orden ni sentido;
todo, pero todo, ¡todo! se ha perdido.
Todo huele mal, todo está podrido.
Se olvidó el abecedario, no hay números ni letras,
tampoco un argumento para ensayar un acuerdo;
el diálogo se ha vuelto una esquiva quimera.
Los líderes malditos a esta hora ya están muertos
o son estatuas de sal o piras de ardiente fuego.
Como en Sodoma y Gomorra,
como en las plagas de Egipto,
obtuvieron cruel castigo por ser padres de este infierno.
El río sigue helado, la laguna escarchada,
el lago, puro hielo y congelado el mar;
el mar azul, eterno, metálico y distante,
la laguna barrosa, vacua y temporal.
Los bosques se han trocado en montañas de fuego,
inmensas parvas de humo, letal, pestilente, negro.
El aire no se respira; se lo debe masticar;
con su sabor putrefacto,
que corrompe los pulmones y lacera el paladar.
Ya no nos despierta el sol, sino una llama escarlata
que con su potencia hirviente y con su misión letal
se ha convertido en un arma que con hierro y fuego mata
produciendo quemaduras vastas, crueles y profundas,
en el cuerpo y en el alma y en el punto en que se aúnan.
Otrora cuerpo animado,
otrora alma encarnada,
pura ilusión inasible,
hoy se funden en la nada.
Las aves sobrevuelan, oscuras, amenazantes,
arrancando los ojos a los desprevenidos.
De todos modos creo que nada hay para ver
y todo lo que queda no vale ni un olvido,
ni un miserable ayer ni un mañana perdido.
Las flores, que alguna vez alegraron el planeta
se trocaron en arbustos rastreros, espinosos;
los huertos seculares, en baba y en estiércol
y en barro repulsivo, espeso y gelatinoso.
Se levantaron voces, insistentes, tiempo atrás,
cuando el caos se engendraba,
clamando contra el albur de esta gran fatalidad
que, a golpe de yunque y a fuerza de ignorancia,
despojo y mala leche, se convirtió en verdad.
Los líderes lo tildaron
de embuste, enredo y patraña
y el pueblo se adormiló;
no hubo épica ni hazaña.
Lo primero que atacaron duramente, sin piedad,
fue la incipiente justicia; después siguió la verdad
y ni trazas nos legaron
de la ansiada libertad.
Cuando no hay razón humana, sobreviene la equidad
impartida por los
dioses y por la ley natural.
Todos fuimos condenados en ese juicio postrero;
todos estamos pagando nuestra vil complicidad:
cómplices en la acción,
cómplices de omisión,
cómplices del silencio y
de la burda distracción;
triquiñuelas del engaño y el olvido
en diabólico complot.
Y hoy
todos pagamos la pena
de un fallo que no está escrito.
Dictada por las leyes naturales la condena,
sin solemnidad ni rito;
impuesta por inferencia…
¡Vive la liberté!, ¡Viva
la ciencia
que hace las veces de ley, que releva la conciencia!
…
Las lentas horas del porvenir se han desatado,
la eternidad mortificante así comienza.
Tan sólo nos quedaron el duro horror y el miedo,
la torturante nada y la vigilia tensa.
II
Sueño con convertirme
en un animal alado
y alejarme raudamente
de este suelo envenenado.
Las lágrimas de arena de mis ojos
se mezclan con el aire y con el viento,
caminan por el cosmos a su antojo
y regresan a mi tálamo sediento.
A nadie rindo cuentas, pero eso ya lo sabes;
las cuentas que yo cuento contienen dos finales
y siempre suman tantos, tantos y tantos males
que decidí, por fin, quemar las putas naves.
Mis días de prisión se han olvidado
o bien, marcharon solos al olvido;
camino como en sueños sumergido
en una febril pasión que ya es pasado.
Camino por ciudades que no saben
de calles, de números ni nombres;
sobreviven sin luces, sin detalles
que puedan sugerir lo que se esconde.
El hambre me persigue ya sin tregua,
la sed es parte de mi triste vida;
mi cuerpo ya me pesa en demasía
y hasta el último hueso se me quiebra.
Y sigo así, buscando, con afán desmesurado,
por ver si aprendo un arte para sobrevivir;
me roban con descaro la guía del usuario
y aunque pregunte y ruegue, nadie se fija en mí.
Pero sigo adelante en mi derrota,
pero sigo avanzando en mi suicidio,
cargando con el lastre del exilio,
arrastrando los pedazos de alma rota.
Soñé con una aurora esperanzada,
soñé con lo que sueña todo hombre;
cambié mi parecer, mudé de nombre
y, muy a mi pesar, no logré nada.
Tan sólo más vacío y más angustia,
más deudas, más temores, más ataques
que se suman al total de mis achaques
y que ahogan el fluir de mi alma mustia.
¿Es éste mi castigo, Señor mío,
o es sólo insinuación del verdadero
castigo que se acerca, venidero,
colmado de penas y de hastío?
La copa ya está llena, me parece,
y habrá que detener ya tanta saña;
tú sabes que no soy de tal calaña,
mas mi reclamo - ¿por qué? - no te estremece.
Apiádate, Señor, hagamos una pausa,
porque esta sinrazón y sinsentido
nos lleva sólo al círculo prohibido
que merece el afán de mejor causa.
Mis células se encuentran disgregadas;
quisiera continuar, pero no puedo
y este dolor infinito no lo borra
ni una fragua ardiente ni el más ardiente anhelo.
III
Gris tristeza de una tarde
sembrada de calaveras,
¡incomunicación re cruel!
¡suplicio peor que el hambre!
…en la playa triste y gris
yace ahora otro cadáver.
¿Y cuándo murió Utopía?
¿Dónde quedó Shangri-La?
Los discursos complacientes
mataron la libertad.
Estamos intentando
beber sin embriagarnos,
correr sin tropezarnos,
morir sin condenarnos…
para, al fin, resucitar
y volver a comenzar.
Se cuestionará el humano
cómo se plasmó el hechizo
de abrazar un cruento infierno
desechando el paraíso.
Descreo de los todopoderosos,
Creadores de los odios y la infamia,
Que explotando nuestra frágil ignorancia
conciben mil intrigas y patrañas.
Que fueron coronados con engaños,
Que invadieron jurisdicción extraña,
Que ascendieron sin esfuerzo la montaña
Renunciando sin razón, sin decir nada.
Nos tramitan el descenso a los infiernos,
en silla de oro, más dormidos que despiertos,
juzgando en su soberbia ilimitada
a los vivos, los heridos y los muertos.
Descreo de la santa cofradía del poder,
del espíritu de falsa comunión,
del perdón, que se exige y no se da,
de una prometida, falaz, resurrección.
Confundieron el amor con una vana igualdad;
inventaron mil mentiras, persiguieron a inocentes
e igualaron en el odio, despreciando la verdad.
Y es que la liviana rosa nunca quiso ser laurel,
el robusto y prócer roble nunca quiso ser gramilla,
el gorrión, escurridizo, nunca quiso ser paloma
ni la abeja laboriosa quiso jamás ser avispa;
ni la mañana, el ocaso
ni la noche el mediodía;
sólo el humano se atreve
a tamaña felonía.
IV
Y entonces apareces de improviso
cual Eva de un edén casi olvidado
que, empero, regenera mis recuerdos,
revive en mis entrañas el pasado…
La casita del hornero
ya no tiene alcoba, ya no tiene sala…
yace en suelo yermo y gris,
rota, desintegrada.
Despierta al ruiseñor herido
Que habita en aquella rama,
Y no mates a la alondra
Que aún gorjea en tu ventana.
Aquiles y la tortuga van
huyendo por la escalera,
no alcanzan las aguas del mar
para aplacar tanta espera.
Diógenes perdió el candil,
su búsqueda se ha abortado
y el grito de Pigafetta fue
¡el Estrecho, está cerrado!
Cotizan al mismo precio
El bueno, el feo y el malo;
mienten sin pudor los diarios
de aquel Kane, el ciudadano.
Ya la quinta de Beethoven
es una chacra en Pilar,
el Danubio azul no existe,
disuelto en oscuro mar.
No garpa la arenga inútil
de un Billy Bond de papel;
“¡Rompan todo!” suena a nada
porque ya no hay qué romper.
No se escucha a Calamaro,
Charly implora un sustituto,
El Potro marcha hacia el cielo
y La Mona está de luto.
Hoy nos duelen las matanzas
de La Matanza y Rosario;
los jóvenes soldaditos
y los sangrientos sicarios;
ni Beirut ni los Balcanes
nos causaron tantos males
ni pérdidas de esperanza.
…
Pero entonces apareces de improviso
como la Eva de un edén casi olvidado,
con un manojo de rosas amarillas,
con el alma liberada del pecado.
Me miras y me estalla el pecho ansioso,
la gracia de tu gesto me devora,
ni los sones de un lejano Libertango
lograrán que me distraiga en esta hora.
Se nos abre un cielo nuevo, transparente,
se insinúan nuevos días más brillantes,
el pasado se diluye de repente
y ya nada volverá a ser como antes.
Vivaldi, Bach y el canto postergado,
Cervantes con sus sueños y desvelos
y Borges, ese raro y genial niño,
¿podrán vencer la muerte y el pecado?
Y no me digas que la historia nos embreta
porque pienso todo el tiempo en liberarme;
las cosas que aún me duelen y me inquietan
morirán con la caída de la tarde.
Tu cintura es un poema inacabado
de destellos fulgurantes y tersura
y el cincel, todo temblor entre mis manos,
un anhelo febril y una locura.
Tu voz sutil que vuela en un suspiro,
me exige permanencia aquí a tu lado
y entonces callo, gozo, tiento y miro,
tan lúcido y feliz como ajeno, hipnotizado.
Un cielo azul explota en la mañana
de la campiña en que la brisa danza,
el mismo cielo que estalla en nuestras almas
e insufla vida nueva y un rayo de esperanza.
Y aquí nos encontramos como actores
novatos en el rol de Adán y Eva
con la bandera de la fe de los conversos,
con la esperanza de los justos y los buenos,
para ver si rompemos el hechizo
intentando una experiencia renovada
que nos conduzca, finalmente, al paraíso
y no a esta fútil, desesperante nada.
V
Mas la existencia del hombre
es una tendencia al Ser,
es un negar el olvido:
“ser hombre es tender a Dios”.
La aurora ha regresado dulce y calma,
la vida ha vuelto a un mundo que despierta;
la justa redención que fue tu encuentro
colmó de nueva historia la existencia.
Su atemporal pujanza trocó la realidad
¡qué gran revolución, un simple encuentro!
Revivida en su luz la humanidad,
la tierra transformada desde el centro.
¡Qué química la fuerza del amor
que todo lo transforma y apacigua!
sin límites de espacio ni de tiempo,
sin linde, sin orilla, sin dolor.
El muro de Berlín jamás se ha levantado
Armenia y Paraguay… ¿quién dijo genocidio?
los campos de Auschwitz son de estricto pastoreo
Stalin y Hitler son dos anónimos viejitos.
Esos viejitos anónimos
y esos tumores agnósticos,
- jamás un hecho real en nuestra historia -
antes de nacer, ya fueron extirpados,
desterrados sin piedad de la memoria.
Ucrania es sólo bella, bucólica campiña.
Jesús apenas fue un maestro iluminado
y no aquel Cristo que sufriera la pasión.
Carece de sentido implorar la redención
de un mundo fausto que jamás cayó en pecado.
Los inocentes, puros, virginales corazones
hicieron cumbre al fin en el cerro de la gloria
transformando para siempre el canto postergado
con honda intensidad, en canto de victoria.
VI
Por el camino del chamán
llegué al pie de la montaña iluminada;
y me volví montaña.
……
Fue entonces que mi alma estalló
en un infierno de fuego
liberándose del molde de mi cuerpo,
elevándose rauda hacia el cielo.
Amanecen mis ojos y respiro
una paz, una calma insospechada...
caliento mi café tarareando el Eiti Leda,
me quito mi pijama de satin
y enderezo mi cuadro de Gauguin,
mientras se cuelan por mis ojos, camino de mi pecho,
las azules, voluptuosas, serranías
por un dios artista bellamente delineadas
-por ese mismo Dios, sabiamente cinceladas-
de la Alta Gracia de la Nueva Andalucía.
Apagado ya el hogar de los inviernos,
abro las ventanas al balcón,
-aire azul de una nueva primavera-
prodigando, sin dudar, mi corazón
celebrando este novel renacimiento
con efluvios que festejan, perfumados,
al alma aventurera y la científica razón.
Logra el deseo un generoso florecer
apacentando en dulce ensamble las dos fuerzas,
y un ejército de bondadosas hadas,
diligentes, sobrevuelan mi morada
y sobre el cosmos infinito se dispersan.
Un nuevo Génesis se escribe en hojas nuevas,
el génesis de un gran Renacimiento;
no es el de Michelet ni el de Vasari:
es más del alma que del intelecto.
¡Cantemos el Cantar de los Cantares!
¡cantemos al Amor de los Amores!
saboreemos esta nueva primavera
que nos trae mil aromas y sabores,
que nos libra de tristezas y de males,
que promete convertirse en duradera.
…
Cayó una lluvia generosa en la montaña,
descienden los arroyos saltarines la ladera,
el río manso, demorado, serpentea
hasta fundirse en la laguna inacabable
del mar inmenso que sueña con la tarde.
Pero el tibio sol, feliz, de la mañana
hará milagros con la magia del calor
y el ancho mar será una fábrica de nubes
que irrigarán, generosas, las montañas
haciendo descender los arroyos saltarines
y serpentear el manso río, demorado,
hasta fundirse en la laguna inacabable
del fértil mar, eterno, inexplorado.
Esta es la empresa de esa noria generosa
en que giramos los eternos seres vivos
a veces de pasión y amor cautivos,
y a veces de odios, matanzas y derrotas.
El Padre Eterno nos donó la vida misma,
la Madre Tierra nos contiene y alimenta
el Hijo dio la prueba máxima de Amor…
Y en ese ciclo perpetuo, interminable
de vida, muerte, disfrutes y dolor,
repetimos sin cansancio el incesante renacer
y cantamos con ardor el canto postergado
que ya no tendrá fin y que siempre ha de volver.
Los ciclos de los tiempos se repiten de esta suerte
y cada nuevo día vencemos a la muerte.